lunes, 8 de diciembre de 2014

El viejo de la plaza.

El viejo de la plaza.

Alrededor de las ocho de la mañana la ciudad comienza a tener vida, la niebla al disiparse deja al desnudo los altos edificios de la imponente city. Lugar donde empresas de renombre juegan día a día el juego del que más tiene. Sentado en el banco de piedra de la plaza él estaba allí, siempre estaba, quizás ese también era su lugar de descanso, miraba a todas aquellas personas que caminaban presurosas, elegantes mujeres con sacos de piel y tacones altos, hombres de largos sobretodos llevando en sus manos finos portafolios, bajaban de sus autos de alta gama, que luego sus choferes retiraban.
Al caer la tarde corría un viento helado, él estaba entumecido de frio, su viejo cuerpo temblaba y el castañetear de sus dientes sonaba como una triste melodía.
Quería arrancar el dolor de su vieja vida y seguir adelante para no morir, en sus manos un viejo periódico, que de tan viejo y manoseado, ya estaba amarillo. Lo miraba con amor y luego del mismo modo lo guardaba entre sus ropas, quizás abrigaba su pecho en noches de crudo invierno.
Un día, en una de esas oficinas, alguien comentó que muchos años atrás él también formó parte de esa vorágine. Pero una mala acción con su familia lo llegó a perder todo, su esposa nunca lo perdonó, separándolo de su hijo.
El licenciado Olasabal tenía en sus manos una humeante taza de café que al beberlo lo reconfortaba, el frio era intenso.
Se encontraba mirando hacia la plaza a través del inmenso ventanal desde allí llegaba a verlo mientras escuchaba a sus empleados hablar de él, escuchar y pensar fue todo uno, quería saber más dejó la taza, tomó su abrigo y por las escaleras descendió los cinco pisos que los separaban de la planta baja, pensaba -¿Qué estoy haciendo? ¿A mi qué me interesa?-, pero ya estaba cruzando la plaza, cuando llegó, se sentó a su lado, se sacó el sobretodo y poniéndolo sobre los hombros del viejo le dijo –Tome, para que se abrigue, esta noche va a ser muy cruda.- En ese momento ve en sus manos temblorosas un periódico, lo mira y ve una foto suya, la del día de su graduación. Se miraron profundamente como queriendo reconocerse, al joven se le llenaron los ojos de lágrimas y apretándolo sobre su pecho, lloró.
¿Cuántas veces pasó a su lado sin mirarlo? El crudo invierno quiso que ese día lo viera, lo miró, navegó en la profundidad de esos ojos y la verdad llego a su corazón, al que tenía en sus brazos era su padre, no tenía dudas, su corazón se lo decía a gritos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario