Esta es una historia, como
tantas historias, donde seres ya cansados de vivir desean apostar nuevamente a
la vida.
Ella es Nelly, una mujer de
sesenta años, periodista con estilo propio. Trabaja en una revista sobre temas
de poco interés; casada precisamente con el dueño de la empresa, un caballero
que lleva doble vida, y no está enamorado, pero siempre le dio un buen pasar.
Hasta ese momento no le importaba mucho que su dignidad de mujer estuviera por
el suelo y soportaba esos amoríos fingiendo ser feliz.
Llevaba sus años muy bien: rubia, alta, cuerpo
estilizado, hermosos ojos azules, muy atractiva, sin hijos, pasaba sus días
escribiendo artículos menores. A menudo realizaba viajes cortos, leía mucho y
era asidua concurrente a eventos de trabajo, conferencias, muestras de arte. Pero
nada de esto hacía que Nelly olvidara la soledad en la que estaba sumergida, si
bien ella sabía que ya no estaba enamorada de su esposo.
Cierto día en uno de esos eventos conoció a Evangelina,
una médica pediatra que venía de otro lugar a dar una conferencia. Era una
mujer de cincuenta y ocho años, alta, delgada, de largos cabellos negros que le
caían sobre los hombros, de apariencia muy seria y refinada, de modales fuertes
y seguros.
Saludó a Nelly y a otras personas
que allí estaban; algo quedó en ese saludo en el que Nelly sintió la suavidad y
firmeza de sus manos.
Volvieron a encontrarse en el
brindis, -La conferencia fue muy exitosa- comentó Nelly, y allí comenzó una
charla que duró buen tiempo. Ambas se hicieron muy amigas, salían, viajaban.
Fue junto a Evangelina donde Nelly descubrió qué poco conocía de la vida, y por
sobre todo se dio cuenta que nada sabía del amor.
Cierto día, Evangelina
inquieta, inteligente, madura, le propuso a Nelly realizar un viaje recorriendo
el norte del país en moto. Amante y
conocedora de este transporte, convenció a Nelly que, entusiasmada aceptó
gustosa.
Y así, un día de primavera
emprendieron la aventura. Recorrieron muchos kilómetros aquí y allá, todo era
bello y deslumbraba a las amigas, pero Nelly sufrió una descompensación, un
bajón de presión; la noche anterior habían bebido y bailado hasta el amanecer
en un bar del pueblo vecino.
-En el próximo lugar que encontremos nos detendremos- dijo
Evangelina,- dormiremos unas horas y por la tarde retomaremos el viaje. –Sí-
contestó Nelly, -me parece bien-.
Al dar vuelta en una curva
del camino, se encontraron con una posada humilde, pero aparentemente
confortable. -Para llegar al pueblo falta mucho- dijo Evangelina, -si querés
paramos aquí y vemos qué nos ofrecen. –Perfecto- respondió Nelly.
A medida que se acercaron
vieron un enorme cartel que decía: ”Acapulco
Hotel”. Se miraron y al unísono estallaron en una carcajada. -¿Qué tal?,
llegamos a Acapulco… de aquí en más a imaginarnos que estamos allí, rodeadas de
palmeras con una mar azul de blanca espuma y cocos en las manos” mientras reían como adolescentes.
Una mujer mayor salió a
recibirlas.
-En qué podría ayudarlas ?–
preguntó.
-Necesitamos descansar un
poco- dijo Evangelina-hoy el viaje se nos hizo pesado-.
-Sí –dijo la señora,-puede
ser, se avecina una tormenta que para esta época del año suele ser muy
peligrosa-.
-Pero el día es hermoso- dijo
Nelly, -no hay una nube-.
-Sí, como usted dice-exclamó
la señora- pero el clima del valle es muy raro y esas cosas pasan a menudo,
pero en fin…les preparo algo de comer mientras ustedes se refrescan-.
Y eso hicieron. Rieron cuando
cada una por turno, tuvo que sacar agua de una bomba de mano, llenar un gran
cántaro y allí refrescarse. Todo era motivo de festejo, hasta se salpicaban con
esas gotitas de agua tan fresca y corrían alrededor de la fuente. Se sentaron
bajo unos álamos frondosos. “Imaginemos que son palmeras”. Las reposeras estaban
dispersas por el patio.
-Acapulco- dijo Evangelina-un
lugar en nuestras vidas-.
Cuando la mujer las llamó a
comer, las amigas estaban mirándose a los ojos, con una mirada profunda. Fue
Evangelina la que habló, una Evangelina auténtica, madura, segura de lo que
decía. “Hay lugares que predisponen a que salga de nosotros lo mejor o lo peor
de nuestras emociones, este lugar es especial, quiero que me des tu aprobación
o tu olvido. Esta que te habla soy yo, este es mi mundo, mi naturaleza y no tengo
razón para seguir ocultándolo, como te dije quiero que me des tu aprobación o
tu olvido, soy lo que soy y te amo…tenemos una sóla vida, para qué
desperdiciarla. Yo soy lo que soy”.
Nelly no se sorprendió con
las palabras de Evangelina; se levantó y tomándola de la mano dijo:-Yo lo
presentí el día en que te conocí-.
Se miraron con dulzura,
ordenaron una habitación y tal cual dijo la mujer que las atendió, el cielo se
oscureció como queriendo preservar el encuentro, y una lluvia feroz se desató
en el lugar.
“Cruzaremos el límite de lo
prohibido, no es una historia más, esto jamás se podrá borrar de nuestras
vidas. ¿Cuántos secretos puede guardar un lugar?”.
Al llegar a la habitación, el
amor estalló: caricias, besos, abrazos, miradas que no mienten, fantasías
sexuales que muchas veces perturbaban la mente de Nelly se hicieron realidad.
-Quiero bajarte la luna y en
ella llevarte hasta las nubes- decía Evangelina, -tus manos húmedas sobre las
mías, el olor de tu piel tan deseada. Tus pechos agitados de placer junto a los
míos, se alborotan los pájaros de mis sensaciones y vuelan de emoción haciendo
brotar lágrimas de felicidad, arden mis manos en las caricias, el tiempo no
regresa , pero te amo y siempre estarás conmigo-.
- Dejémonos llevar por este
huracán de pasiones, mi mente y mi razón no están en mis sentidos- dijo Nelly-,
sé que Acapulco será nuestro lugar de encuentro, esta es nuestra historia, sólo
tú y yo-.
Evangelina mirando
profundamente a Nelly, con lágrimas en los ojos dijo:-Por favor no te
arrepientas, no terminemos esto, yo te amo-.
“No mi amor, no le pondré
punto final a este amor, yo también te amo. A lo sumo, le pondré una coma”.
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